Radar
Insistir en el reparo
República Dominicana ha vuelto a insistir en que el Gobierno del presidente Michel Martelly debe retractarse de sus infundadas acusaciones contra el país en foros internacionales, como condición previa para iniciar un diálogo sobre el tema migratorio.
La posición del canciller Andrés Navarro, cuando funcionarios haitianos aprovecharon escenarios internacionales como la OEA y la ONU para intentar desacreditar el Plan de Regularización de Extranjeros fue respaldada por toda la sociedad, incluso por el entonces embajador haitiano en el país, Daniel Supplice, quien posteriormente fue destituido por Martelly.
De manera que no hay razón para cambiar la posición inicial del país, que a pesar de la disposición de las autoridades dominicanas al plantear requisitos más bien diplomáticos, ahora está por verse cuál será la posición del Gobierno haitiano, que ya había señalado que acogía el diálogo propuesto por la OEA. En medio del calor de la disputa, Haití apeló a la parábola de que las víctimas no tenían que “pedir perdón a sus torturadores” para evidenciar que no se retractaría. Pese a los enconos, ambos países se necesitan y están compelidos al diálogo, por más escozor que pueda causar en algunos sectores, para superar los obstáculos que afectan sus relaciones.
Contra Inespre
Ahora que la presidenta de una asociación de amas de casa y consumidores ha pedido la clausura del Instituto Nacional de Estabilización de Precios (Inespre) bajo el alegato de que la entidad no beneficia a los pobres, sería importante discutir la necesidad de esa y otras entidades con similares características.
¿Tiene razón de ser el Inespre? En caso que no la tenga, por qué entonces no se elimina o se redefinen sus atribuciones. Como otras entelequias, el Inespre, cuya eliminación ha pedido Ana Vertilia Cabrera, presidenta de la Asociación de Comités de Amas de Casa Consumidoras y Usuarias, su existencia tiene un elevado costo para el Estado.
La organización que representa Cabrera no deja de ser otra entelequia, pero sin la sangría que representa para el erario un ente público que no encuentra otra razón de ser que la del clientelismo político. Solo hay que detenerse en la excesiva cantidad de empleados y los lujosos sueldos que devengan a cambio de no cumplir ninguna función en beneficio de la población.
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