Empresarios cubanos construyen redes de escuelas privadas
Empresarios cubanos construyen redes de escuelas privadas LA HABANA. “Esta es una conversación entre dos niños”, le dice Graciela Lage Delgado a una clase de tercer grado, pronunciando marcadamente en inglés cada palabra de un libro llamado “Welcome to America” (Bienvenidos a Estados Unidos). “Is it a TV?”, pregunta Lage con voz de niña, señalando hacia un dibujo de un robot plateado. “No, it’s not!”, responden los chicos en inglés. “It’s a robot!”. Los niños de la clase de Lage lucen jeans y camisetas, no los uniformes marrones de las escuelas públicas cubanas. Su aula tiene aire acondicionado y una computadora con parlantes para ver videos, algo inimaginable en las escuelas estatales. Y a diferencia de la mayoría de los cubanos de su edad, los niños pueden mantener conversaciones sencillas en inglés, gracias a un cambio profundo y acelerado que está teniendo lugar en un importante pilar del sistema socialista cubano instaurado hace seis décadas. Cuba dice que su sistema escolar, público y gratuito, es uno de los grandes logros de su revolución, una fuerza que promueve la igualdad social y que acabó prácticamente con el analfabetismo en toda la isla, al darle a los más pobres la posibilidad de estudiar en un sistema, a menudo, superior al de algunos países más ricos. Aunque el gobierno permitió la iniciativa privada para que empresarios monten restaurantes o lava carros, el sistema escolar y la atención sanitaria siguen bajo control estatal. Las escuelas privadas siguen siendo ilegales, excepto las de los hijos de diplomáticos y empresarios extranjeros. Ni siquiera la Iglesia católica puede abrir escuelas parroquiales. Sin embargo, el floreciente sector empresarial ha creado algo que se asemeja mucho a un sistema de educación privada, en el que miles de niños se han matriculado en decenas de cursos que se toman después